El trabajo con niños es una labor ardua, pero integralmente enriquecedora donde generalmente se visualizan los logros a largo plazo, resultando plenamente gratificante.
Todos aquellos que amamos al Señor y a los niños, somos conscientes que tenemos en nuestras manos un “especial tesoro”, “materia prima” en manos del alfarero, “semillas” en crecimiento, resultando de suma responsabilidad la tarea que nos ha sido encomendada.
No olvidemos que si bien hoy son nuestro presente, mañana serán el futuro de nuestro mundo, y deben ser formados como agentes de cambio de la sociedad en la que se hallan inmersos, para ser una generación “especial”, “diferente”, transformados bajo la unción del Espíritu Santo; una generación de siervas y siervos del Dios Altísimo.
El Señor nos ha encomendado algo tan preciado y tan valioso, de valor incalculable, que demanda todo de nosotros, pero no olvidemos que con el llamado viene su Respaldo y Su Unción para llevar adelante en victoria tal desafío.
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